dilluns, 20 de setembre del 2010

La historia de Amelia.

Amelia tiene veinte años de estar casada con Raúl. Cuando nosotros conocimos a Raúl nos habían contado que era un gran líder en su pequeña comunidad que lleva el nombre de la quebradita que bordea. Nos hablaron de una persona que cuida de su gente y de su bosque, el hombre que organiza el Día del Árbol, y la escuela lleva el nombre de él.
Un día fuimos a su casa a conocerle. Nos habló largo y tendido de todas sus hazañas para proteger el Parque Natural y los bosques de Honduras. Nos llenó la cabeza de historias sobre niños que se agarraban a los árboles para que sus papás sin escrúpulos no los cortaran. Nos emborrachó con grandes palabras sobre el Medio Ambiente y la flora y la fauna…. Y pensábamos de vuelta a casa ¿Cómo puede ser que no hayamos conocido antes a este gran hombre!?? Un líder como él nos sería de tanto apoyo!!

Después llegó el día del Árbol que tratamos de organizar juntos. Él estuvo presente, pero no dijo nada ni se mostró mucho. Después alguien nos contó que el bosque que había habido en ese cerrito ahora pelado había sido el famoso bosque de Raúl.
Raúl se había ido metiendo más y más en política. Por interés te quiero Andrés. El alcalde que hay ahora es ganadero y regala vacas a sus colaboradores. Necesitaba espacio y pasto para las vacas.

Pero yo no quería contar la historia de Raúl, quería contar la historia de Amelia, su esposa, que como todas las esposas nos dio café el día que fuimos a visitarles a su casa. Él nos contó que ella había organizado al grupo de mujeres que trabajaban en los viveros de la empresa. Me imaginé que era una mujer fuerte. Pequeña y redondita, i de semblante serio, a veces parece que esté enojada. Ella viene religiosamente a todos los talleres que hacemos con las mujeres, siempre llega la primera con su hijita adoptada. Tiene buen trazo dibujando y manos ágiles con la arcilla. Es reservada, así que seguí pensando que era una mujer fuerte y seria.

El otro día llegó la primera y no vino nadie más, así que nos sentamos a tomar café a la sombra y a charlar. Ella es nativa de estas montañas, conoce todas las aldeas arriba y abajo del río. Estudió en esa escuela, sabe leer y escribir. Le pregunté cuantos años llevaba casada con Raúl, y con su mirada oscura respondió que veinte. Pero no pudo evitar contar el resto de la oscura historia. Porque él anda con otra mujer de más abajo. Él no tiene pena de andar siempre por aquí abajo. Todo el dinero que tenemos, que no es mucho se lo gasta en la otra casa. Llega tarde por la noche. Y cuando se cruzan esposa y marido por la calle él no la reconoce, así que nunca salen juntos. Pero qué puede hacer Amelia? Aquí en las montañas no hay ninguna forma para una mujer de ganarse la vida. No hay más trabajo que el del campo y el de la casa. Y cada uno al suyo. Ah, si, la empresa, pero cerró. Cecilia, su vecina, hoy no vino al taller porque anda en casa de alguien lavando la ropa a cambio de unos pocos pesitos. No es mucho lo que gana pero es todo lo que entra en la casa, su marido cultiva sólo algo para comer unos pocos de frijolitos y de tortillitas, pero las cosechas se arruinaros con tanta lluvia. Tienen siete hijos.

Amelia no lo puede echar, ni tampoco irse. Adónde podría ir? Aunque le dan unas ganas de agarrar y andarse para España! Cuando estaba joven su primo quería que se fueran para los Estados, en esa época era mucho más fácil que ahora con tanta mara y tanta mafia. Pero su mamá no la dejó marcharse. Ayer volvió su otro hijo adoptado, que estaba intentado cruzar de mojado, pero la migra lo agarró y lo mandó de vuelta. Cuentan horrores de ese camino, pero él quiere volver a intentarlo.

Ya hace rato que hemos terminado el café. Sí, hay otras mujeres que les pasa lo mismo con sus maridos. Si al menos no tuviera yo que enterarme! Pero todos lo saben! Hasta la niña no puede ni ver a esa otra mujer, se pone furiosa cuando pasan ante la casa de la otra.

Ya es tarde, tenemos que irnos para casa la abuela que está enfermita, y luego volver a la casa rapidito que no hemos limpiado nada hoy! Con sus piernas un poco torcidas y fuertes y su oscura historia se van calle abajo con el sol. Quizás Amelia no es fuerte como yo creía, ella siente la pena de la humillación des de hace veinte años. Pero alguna fortaleza le hace seguir caminando montaña arriba para intentar no pensar mucho en todo este embrollo. Dice que sólo allá más arriba se siente mejor, en su montaña.

1 comentari:

  1. Deberíamos pedir a Raúl que almenos dejara de cortar los árboles de la montaña de Amelia para que ella pueda sentir-se arropada por su verde color.

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